miércoles, 5 de marzo de 2008

SOBRE EL ORÍGEN DEL ORATORIO SALESIANO

EL ORATORIO DE DON BOSCO y LOS ORATORIOS LOMBARDOS[1]

DSC00204¿Qué relación tiene el Oratorio de Don Bosco con los Oratorios Lombardos, que vienen del siglo XVII?

* Luis Grivelli y Joaquín Barzaghi, han tratado precisamente de relevar la cercanía de Don Bosco a la mentalidad y a las instituciones "oratorianas" de Milán, que él personalmente visitó en el Jubileo Universal de 1850,[2] cuando estabilizaba y daba mayor organización a la compleja obra educativa que se había asentado establemente en Valdocco cuatro años antes.[3]

Más, aún, según Juan Bautista Lemoyne, ya había enviado Don Bosco a finales del año anterior al sacerdote Pedro Ponte a observar en Brescia y en la capital lombarda las instituciones de educación popular más afines con su obra educativa, a fin de conocer mejor el sistema educativo que había sido aplicado con éxito en la pastoral juvenil ambrosiana y tener otras fuentes de consulta para la elaboración de los Reglamentos de sus Oratorios y de la Casa Anexa. [4]

Don Bosco, haciendo memoria en 1877 de aquel proyecto, escribía en el primer número del “Bibliófilo Católico” que el reglamento de sus Oratorios no era otra cosa que “un acopio de observaciones, de normas y de máximas que varios años de experiencia y de estudio (1841-1855) le habían sugerido”. Para eso “se habían visitado colegios, institutos, penitenciarías, asilos de caridad y de mendicidad; y se habían hecho consultas con los más acreditados educadores. Todo lo que pareció útil, fue recopilado. Una vez ordenado ese material, dio como resultado el breve reglamento que desde hace 25 años rige en los oratorios festivos y en las escuelas dominicales y diarias ubicados en las barriadas de Turín”.[5]

Efectivamente, en el Oratorio de San Luis de la capital lombarda, y en contacto con sacerdotes como el “Siervo de Dios Biaggio Verri” (1819-1884) y Salvador Allievi, no sólo vivió el clima educativo y pastoral de esta institución que funcionaba con una ejemplar organización y con tres centenares de muchachos, sino que les predicó una tanda de ejercicios espirituales.

“Decir San Carlos y San Luis, significa referirse a lo mejor que hubo en oratorios del ochocientos, desde todo punto de vista”, dice Barzaghi estudiando las instituciones “milanesas”. (Gioachino Barzaghi,“Alle radici...”, o.c,113).

El Reglamento del Oratorio de S. Luis, era más o menos el mismo del Oratorio de S. Carlos. El ejemplar que se halla en el Archivo Central Salesiano (ACS, n.029), tiene 198 páginas. Ambos tenían adjunto un “Manualetto del Buon Maestro”, que los complementa, a manera de Directorio.

DSC00140 El Oratorio de S. Carlos de Milán nació en la parroquia de S. Bibiana, por iniciativa de un laico llamado José Figino, barbero, que en el mismo local de su trabajo comenzó la obra catequística con un grupo de muchachos. Después de muchas peripecias y gracias a la ayuda del canónigo Carlos Riva Palazzi, se ubicó para reuniones y recreos en el sector de “Porta Torta”, en una propiedad del mismo sacerdote, y de allí se desplazaban todos sus integrantes a las funciones religiosas en la Iglesia de S.Vito, en Pasquirolo, de la que éste era capellán. Esto ocurría el 17 de abril de 1800. El Oratorio fue dedicado a la Niña Santa María. Figino, un laico que había deseado alguna vez ser sacerdote, había nacido el 23 de enero de 1774, y moría el 19 de julio de 1802, a 55 años de edad. Su ideal, logrado plenamente había sido crear un Oratorio en el mismo “ambiente natural de los jóvenes”, que eran las calles y las plazas de la ciudad. En 1804 el Oratorio consolidó su organización y tuvo sus propios locales y capilla. Cuando Don Bosco visitó a Milán, Mons. Bernardo Burocco era su director.

Por su parte, El Oratorio de S. Luis recorre tres fases organizativas: la primera, del 1842 al 1863, es la que nos interesa. El promotor fue el Sacerdote Salvador Allievi, quien se inspiró en el Oratorio de S. Carlos. La iniciativa surgió como una necesidad, para atender a los jóvenes pobres. Necesidad muy sentida por la parroquia de S. Simpliciano que tenía más de 14.000 habitantes; y esto no obstante que en la cercana parroquia del Carmen funcionaba ya uno que, sin embargo no daba a basto para albergar el creciente número de destinatarios. El 19 de mayo de 1842 se puso la primera piedra en un local de la calle de Sta. Cristina. Serafín Allievi acaba de cumplir los 21 años; le colaboraba el sacerdote Sac. Biaggio Verri (1819-1884), hoy “siervo de Dios” y un grupo de “laicos comprometidos, llamados por entonces:“cooperadores ocasionales”. Terminada la construcción, el Oratorio se inauguró el 12 de mayo de 1844. La edificación fue costeada por el Conde Santiago Mellerio y el respaldo moral y benefactor de la “Amicizia Cristiana”. Esta organización dedicada a la renovación espiritual del laicado y del clero, había sido fundada por el P. Nicolás Diessebach, ex-jesuíta suizo, en 1773, y se difundió rápidamente en Francia, Piamonte y Lombardía.[6]

Agrega Lemoyne que D. Bosco estudio “atentamente” estos Reglamentos aunque tenían otra finalidad y método que los suyos de Turín. [7]

En vano el biógrafo, con esta última frase, quería salvar, tal vez con ánimo algo apologético, la “absoluta” originalidad del Oratorio de don Bosco. En forma análoga, pero más explícita y enfática se expresará más tarde (1938) Eugenio Ceria en “S. Juan Bosco, en su vida y en su obra”. Esta es la frase textual: “Quien conozca a Don Bosco, no titubea en asegurar que él no mendigó su método a extraños ni tampoco se imaginó uno completamente propio. Los puntos de contacto con los de sus predecesores se reducen a meras coincidencias”. [8]

DSC00219 Hoy, ciertamente, esta última afirmación es insostenible. Por el contrario, el Oratorio milanés de S. Luis guardaba grandes analogías con los de Don Bosco, entre otros aspectos por el mismo espíritu “preventivo” que lo animaba, por las relaciones afectivas profundas y altamente tonificantes, por el clima de familia, y elementos educativos nacidos de las necesidades expresivas de los educandos y la espontánea creatividad pedagógica del ambiente juvenil, libre y alegre que se respiraba. La “recreación’’, la “música” y el “canto”, “el teatro”, la serie de celebraciones festivas que jalonaban el calendario pastoral, recordando acontecimientos y nombres significativos a los jóvenes, son algunos de estos valores. Y también hay otras categorías pedagógicas comunes del quehacer formativo: “la racionalidad” de los métodos y de los procesos de crecimiento, la complementación de los valores educativos y pastorales, y de los agentes laicos y eclesiásticos que compartían las responsabilidades organizativas y animadoras.

Además, desde el punto de vista formal Barzaghi demuestra suficientemente las “concordancias”, “correcciones y variables”, que se pueden estudiar entre los Reglamentos del Oratorio de S. Luis de Milán y el que Don Bosco confeccionó hacia el 1847, publicó en 1852 y reeditó ya revisado definitivamente en 1877, según Lemoyne. Pero, así mismo, puede concluir, que el “eclecticismo práctico y teórico de los Reglamentos no le impidió a Don Bosco ni la creatividad, ni la capacidad de asimilación” de formas y contenidos, de suerte que, también él puede constatar que, “la verdadera novedad en el Oratorio de S. Francisco de Sales, era una persona, Don Bosco: “un artista de la educación” maravillosamente dotado para concebir “un tipo universal de Oratorio”, que se ha vuelto “patrimonio común” en la Iglesia.[9]

La palabra “universal” puede dar pie a una breve reflexión, porque para Don Bosco el Oratorio no es una estructura cerrada entre los límites de un determinado reglamento, sino un servicio múltiple, adecuado a los jóvenes más pobres y abandonados, y capaz de responder a sus múltiples instancias y necesidades en un determinado ambiente histórico - cultural. Ante todo es una búsqueda de los jóvenes en sus mismas situaciones y condiciones de vida, como lo hizo él mismo. El Oratorio era él cuando recorría las calles y las plazas y entraba en los tugurios marginales, o iba a las cárceles. Éstas, mientras él estaba en ellas y mientras su corazón quedaba vibrando en el corazón de esos pequeños delincuentes urbanos, eran Oratorio. Era él y eran ellos, su tropel de muchachos, por las colinas del Monferrato en los paseos otoñales. Todo lo que de población en población él con ellos hacía, era Oratorio.

DSC00167 Oratorio era el espacio que él adquirió para ellos, como un medio de expresión espontánea y de vida, adecuado a las condiciones de su desarrollo natural y de su experiencia cristiana. Ayer y hoy eso es Oratorio. Un ambiente que adquiera categoría parroquial, como punto de referencia en el itinerario de la vida de fe de los jóvenes, capaz de involucrar en esta tarea el entorno familiar, social y pastoral de residencia. Un ambiente que tiene recursos pedagógicos capaces de responder a sus requerimientos de crecimiento humano integral, y a su búsqueda de capacitación para el trabajo: escuela, taller, ejercicio profesional y protagonismo ciudadano. Un ámbito relacional y comprometedor para el muchacho, en el cual encuentra a sus compañeros, halla posibilidades de libre socialización de sus situaciones y sus dones, y posibilidades de entrenamiento relacional para los desafíos de la convivencia social. Es su “casa” de acogida, con un marcado estilo de familia, capaz de evocarle vital y estimulantemente su ambiente de procedencia, o de suplirle las carencias emocionales de la infanca. Es un estilo de “polis pedagógica” en donde se refleja de manera formativa el medio cultural en el que el joven se halla inmerso, y en donde se entrena para ejercer progresivamente significativas responsabilidades familiares, religiosas, eclesiales, sociales y políticas.

De hecho los Oratorios de Don Bosco se fueron convirtiendo en sitio de convergencia social, y de diversas maneras de colaboración y de compromiso pedagógico y pastoral. Era un flujo y reflujo de personas de diversa condición social y religiosa lo que se veía en torno al Oratorio: seglares de diversa condición, maestros de taller, pequeños artesanos o caballeros y damas de la nobleza; docentes, catequistas, madres de familia; sacerdotes, educadores de renombre, profesionales y políticos. Don Bosco había logrado hacer de ellos lo que las escuelas de la Doctrina Cristiana y el movimiento pastoral ambrosiano en Milán.

A este respecto es muy expresivo el mensaje escrito en 1983 por el Cardenal Carlos María Martini, S.J. a sus diocesanos: “Sueño un mundo de muchachos, de adolescentes, de jóvenes en camino hacia esos sitios que la tradición pastoral de nuestra diócesis ha consagrado y dispuesto para la educación cristiana de la juventud: hacia los Oratorios. Hoy pienso y veo a la entrada de nuestros Oratorios parroquiales sacerdotes, religiosas, padres de familia, educadores dispuestos a acoger a nuestros hermanos más jóvenes, para hacer de los Oratorios un lugar de acogida y de fraternidad, al estilo de nuestras casas de familia”. [10]10

Pero el sueño y la realidad creada por Don Bosco con sus muchachos rebasa el sentido de estas palabras. Porque la dinámica oratoriana para él no se limita a una estructura parroquial, aunque pueda en algún caso ser así; sino a una movimiento y un sistema de acciones y de medios, autónomos, que tienen la potencialidad de ser en sí mismos una experiencia pastoral con las características eclesiales, tan variables y capaces de originalidad, de una parroquia rural, o urbana; de tipo personal. Una parroquia para esa caracteriología sicológica, social y moral, de muchachos que hoy llamamos más bien “empobrecidos, marginados y excluidos” y en el tiempo de Don Bosco: “en situaciones difíciles”, “abandonados”,”pobres”, y, por tanto “en peligro” y, potencialmente, “peligrosos” para el entorno social. Es para ellos que Don Bosco imagina y programa concretamente, una proyecto que puede traducirse en las más variadas iniciativas con el fin de hacer todo el bien posible a los jóvenes. [11]

Ceria había afirmado, en el citado capítulo, de su biografía de Don Bosco, que “así como algunos nacen para ser poetas y otros, para viajar, don Bosco había nacido para ser sacerdote y educador”. Estaba hecho para eso, sus aptitudes naturales, su intuición sicológica, su trato con los jóvenes, la experiencia, las circunstancias, su conciencia “cristiana”, habían dado como fruto un tipo de pedagogía preventiva de la que el mismo don Bosco era consciente se integraba creativamente, en una tradición educativa inspirada en el Evangelio, que ya era en sus características esencial propia de la Iglesia.[12]

DSC00169 Pero, a más de esto que con su sintonía en muchos aspectos a la pedagogía oratoriana lombarda, entraba en esa grande corriente de renovación pastoral a cuyo origen estaban Carlos y Federico Borromeo, ambos arzobispo de Milán (1564 - 1584; 1595 -1630). Corriente pastoral y catequística que al mismo tiempo que había purificado a la Iglesia de las escorias del humanismo renacentista, y suscitado “la mejor síntesis de la reforma tridentina”, había influido definitivamente en una nueva mentalidad eclesial que movilizando sacerdotes, religiosos y laicos, había llegado a saturar de valores cristianos a las mismas masas populares, y tenían en la acción pedagógica y evangelizadora de los jóvenes un punto de referencia prioritario. [13]13

Efectivamente “obispos forasteros, venidos de lejanas provincias”, seglares de diversa condición social, llegaron a Milán, para conocer y para inspirarse allí para orientar sus iniciativas y esfuerzos de cambio y/o actualización pastoral. Aquel impulso continuó después de la muerte de sus gestores, y en el 800 continuaba produciendo nuevos frutos ante las nuevas oportunidades que los nuevos retos histórico-culturales hacían a la Iglesia. “Milán seguía a la vanguardia” también en las circunstancias eclesiales del 1800. Es, pues, en esta misma perspectiva histórica en la que hay que estudiar el significado del viaje de don Bosco a la Capital Lombarda. O sea, en un caminar con la Iglesia, sin aislarse de las experiencias pastorales que puedan ayudarle a acertar en sus respuestas a los jóvenes.

Don Bosco sabe que siempre él puede aprender algo nuevo. Se lo están enseñando los mismos jóvenes que tiene todos los días delante sus ojos, y se lo pueden enseñar los jóvenes milaneses y sus catequistas y educadores de mitad del siglo XIX.

En verdad la pedagogía de Don Bosco, será, en cierto sentido y sin reducirla a esta afirmación, él mismo en su manera de concebir y realizar las cosas, y esta va a ser en último término la clave de su originalidad. Así como toda persona es irrepetible y única, a pesar de las circunstancias condicionantes del ambiente, en él esa manera de ser tan “personal”, especifica todo lo que piensa y lo que hace. Su arte pedagógica queda así marcada por su experiencia vital, por sus intuiciones, por sus hallazgos, por esa manera de adivinar la respuesta proporcionada, oportuna y precisa, y en eso esencialmente se distingue de todo otro educador y todo otro pedagogo; y esto, a tal punto, que no hay mejor intérprete de su espíritu y de su praxis educativa que él mismo, cuyo estilo depende de la convergencia de las múltiples maneras de ver la realidad de sus educandos, de “la constante interrelación de su acción con los escritos en que relata las experiencias de su vida personal e institucional”, y de las “cambiantes circunstancias del contexto histórico dentro del que esa compleja realidad se ubica y desarrolla, siempre en un esfuerzo por adaptar sus esquemas mentales a las circunstancias”.

En ese esfuerzo y en el intento por transmitir sus ideas y su arte educativos, Don Bosco, se trasciende a sí mismo en su Sistema y en su Oratorio, como un todo relativamente suyo, que viene a ser el resultado de su singular síntesis de experiencias, de pensamiento, de su sabiduría catequética y de su arte pedagógica. Pero una síntesis que por ir a lo esencial, a lo que no puede faltar hoy o mañana en la vida de un joven, en su manera de ser ese hombre en camino de liberación y de crecimiento; ese cristiano de ese momento, y ser ese ciudadano cristiano en esa coyuntura espacio temporal, es siempre una síntesis válida que sólo necesita quien sepa encontrarla y llevarla a cabo en su tarea evangelizadora y educativa, como lo hizo Don Bosco.

DSC00293 Entonces el Oratorio como el Sistema que él vive con esos jóvenes, siempre en circunstancias análogas a las de los días en que todo comenzó a ser suyo y de ellos y para ellos, adquiere una típica universalidad. Así en la Milán del 1850 mientras estuvo él y en donde estuvo él, mientras habló y dialogó con aquellos jóvenes, mientras supo escucharlos y responderles, él hizo suyo el Oratorio que encontró y el Oratorio enriquecido que se llevó de nuevo a Turín al regresar con la letra y el espíritu de los Oratorios lombardos. [14]


[1] Extracto del libro: “El humanismo pedagógico de Don Bosco, y los desafíos y “estigmas “de nuestro tiempo”. Cap. 3º El Sistema. Originalidad y fuentes”. De F. Peraza L. SDB.

El primer capítulo de la obra de Gioachino Barzaghi , “Alle radici del sistema preventivo di don Bosco”, trata este asunto. O sea ¿qué tipo de relación o de “dependencia” existe entre la obra oratoriana del santo turinés y los ya tradicionales oratorios de Milán, Brescia, y en general, de Lombardía? Don Bosco estuvo en el de San Luis, pero además de otros que funcionaban en esa Capital, los había en Monza, Desio, Lisone, Merate. En 1850 se abría el de Cesano Maderno, dedicado también a S.Luis.(L. E. S. Libreria Editrice Salesiana, Milano,1990,5- 24. BCSR, 710.02.VAR).

[2] Luigi Crivelli: “Si ispirò a Miano per l’ Oratorio di Valdocco”; y Gioachino Barzaghi: “Il metodo: prevenire piuttosto che reprimere”, en ”Jesús”, Mensile culturale, Milano, 1988, 40; 52-57.

[3] En el mes de diciembre siguiente, va a Milán a predicar ejercicios espirituales en el Oratorio de S. Luis, mediante trámite hecho por medio de Carlos Predaglio, “cooperador” de los oratorios de esa ciudad. Es bueno aclarar que a los colaboradores laicos de los Oratorios lombardos se les denominaba “cooperadores” e implicaba un sentido de pertenencia a ellos, y una acción catequética conjunta con el clero en esta pastoral. Integraban una especie de “Congregación laical”, bajo los criterios y la espiritualidad de la “Compañía y las Escuelas de la Doctrina Cristiana”.

(Gioachino Barzaghi, “Alle radici del Sistema preventivo di don Bosco”, L. E. S./ Libreria Editrice Salesiana. Milano, 1990, 51-55;62-81;79;115-116,ns.10/11.BCSR, 710.02.VAR).

[4] Juan Bautista Lemoyne, M.B.,III, 441-442.

[5] “Storia dei Cooperatori Salesiani”, “Bibliófilo Cattolico”[“Bollettino salesiano mensuale”],1 (1877),2,1.

[6] En Milán por el 1850, cuando don Bosco estuvo de visita, funcionaban 15 Oratorios. (Gioachino Barzaghi, “Tre secoli di storia e pastorale degli Oratori Milanesi”, LDC,Torino, 1985, 113; 213-221. BCSR, 710.02,BAR).

[7] Juan Bautista Lemoyne, MB,III, 76.

[8] Eugenio Ceria, “San Juan Bosco en su vida y en sus obras”, Escuelas Gráficas Salesianas, Bogotá, 1939, 216-217. La edición italiana hecha en 1948 por la SEI con ilustraciones de Juan Bautista Galizzi, dedica al tema de los oratorios el Capítulo X, 87-94; y se refiere a la originalidad pedagógica de Don Bosco en el Capítulo XVII, “L’Opera pedagógica”, 149 a 157. BCSR, 271.010, CER.

[9] Gioachino Barzaghi,“Tre secoli di...”, o.c, 258-262.

[10] En Gioachino Berzaghi, “Tre secli...”, o.c, 14.

[11] Pedro Braido, Don Bosco per la gioventù povera e abbandonata in due inediti del 1854 e del 1862”, en la Piccola Biblioteca del Instituto Histórico Salesiano, n.9, Las-Roma, 1988,10.

[12] Ceria Eugenio,“San Juan Bosco en su vida y en sus obras”, o.c, 216-217.BCSR,271.210,CER.

[13] José María Moliner,“Historia de la espiritualidad”, Editorial El Monte Carmelo, Busgos, 1972,329-330. BCSR, 280. MOL. Gioachino Berzaghi, “Alle radici del Sistema Preventivo di don Bosco”, o.c., pp 59 ss.110.

[14] Braido Pietro, “Prevenire...”,o.c.,130-131; 132-133: “2. Fonti per la recostruzione del “sistema preventivo di don Bosco”, “2.2. L’integrazione della vita”.

No hay comentarios: