ROMA, 16 jun (ZENIT).-
Tras la entrada de los aliados en 1944, el embajador norteamericano Robert Murphy fue recibido en audencia por al Papa. Murphy que había conocido a Pacelli cuando era secretario de Estado, se dirigió al Papa: «¿Se acuerda, Santidad, de aquello que me profetizó en 1931? "Hitler es sólo un fenómeno pasajero", me dijo, y en cambio...». «¡Ah! --respondió el Papa--, claro que me acuerdo: pero eso sucedió antes de que me convirtiera en infalible».
Esta es una de las varias decenas de anécdotas, curiosidades y ocurrencias de los Papas del siglo XX que la editoria italiana «Ancora» ha recogido en un pequeño volumen. El autor, un anónimo prelado que se firma «Anonymus», cuenta pequeños y grandes episodios que han sucedido en el interior de los muros vaticanos. De los relatos emerge un cuadro familiar de la Santa Sede donde los Papas, en su ambiente, se divierten, dicen frases ingeniosas, bromean e incluso cuentan chistes.
En 1902, el Papa León XIII tenía ya la considerable edad de 92 años, un obispo norteamericano en visita ad limina se atrevió a despedirse como un ave de mal agüero: «Dado que no nos veremos más sobre esta tierra, Santidad, adiós...». Y obtuvo una fulmínea respuesta: «¿Por qué, excelencia: tiene usted quizá un grave mal?».
Pero León XIII fue también el último Papa inscrito en la Arcadia y era conocida su predilección por los líricos latinos. Una noche, mientras intentaba componer un verso para engañar al insomnio, despertó a un prelado latinista que dormía en la estancia contigua: «Monseñor, ayúdeme: no logramos encontrar un pie» (se refería a la forma métrica de un verso). El pobre, sin embargo, al despertarse sobresaltado, se puso a gritar: «¡Oh Dios, el Papa ha perdido un pie!». A lo que corrieron solícitos los camareros a buscar, entre las zapatillas pontificias, el augusto «pie» perdido....
El sucesor fue Pío X: santo pero también pronto a las mociones del espíritu. Lo que se evidencia cuando le hicieron notar que podía conferir títulos nobiliarios a su familia: «Mi hermano es ya oficial... postal, y mis hermanas son gobernadoras... de la casa».
Algunos sacerdotes de Frascati vinieron a implorar a Pío X que destinara a su diócesis a un cierto cardenal Cassetta que era notoriamente riquísimo; y el véneto Papa Sarto replicó práctico: «Pero vosotros queréis al cardenal Cassetta o la "cassetta" (caja) del cardenal?». También Pío X a quien le preguntaba: «¿Cómo está vuestra Santidad?», respondía: «Como un Papa».
Pero Pío X también sabía aceptar las bromas: mientras paseaba con un querido amigo canónigo en las logias vaticanas, se le cayó la tabaquera, que tenía en la tapa un retrato suyo en miniatura. El compañero no se paró a recogerla y el Papa se lo hizo notar. A lo que el otro le dijo: «Dejémosla allí que es su lugar. ¿Usted no es el vicario de Cristo... en la tierra?».
Pío XI tenía en cambio la manía de la eficiencia, tanto como para hacer eliminar las lápidas que se referían a él con la característica expresión latina «Sedente Pio P.P. XI» porque «el Papa está siempre en pie, siempre al trabajo». Sólo que una vez, para convencer a sus colaboradores de que ahorraran tiempo siendo concisos habló durante casi una hora...
En otra ocasión el Papa Ratti liquidó a un visitante prolijo mostrándole la pecera: «He aquí los animales que me gustan: no hablan nunca».
Entre los personajes más sarcásticos, Anonymus recuerda a monseñor Tardini que fue también secretario de Estado, el cual se ponía polémicamente las gafas de sol cuando tenía que ir «a oir a las iluminadas" opiniones de los eminentísimos cardenales».
A Pablo VI, el «Papa triste», según algunos, parece que le gustase la ironía sutil. Teniendo como prefectos de ceremonias a un Virgilio (Noè) y a un Horacio (Cocchetti), fue sorprendido una vez suspirando en plural mayestático: «Estamos en medio de dos grandes poetas latinos...». Mientras ofrecía a algunos sacerdotes un libro que recogía las prédicas hechas a él por el predicador pontificio, comentó: «Se vende muy bien: todos quieren saber cómo se hace para convertir al Papa...»
¿Y el Papa Juan? Parecerá curioso pero entre los impertinentes inquilinos del Vaticano no era conocido como el «Papa bueno» sino más bien --aludiendo a sus paseos, además de a la etiqueta de un conocido whisky-- como Johnnie Walker: «Juan el andariego».
De Juan Pablo II se recuerda una frase ingeniosa cuando era arzobispo de Cracovia. Cuando un periodista extranjero le hizo observar que no era decoroso para un purpurado practicar el esquí, Wojtyla, muy serio le dijo: «Pero entre nosotros es una cosa normal: piense que la mitad de los cardenales polacos esquían». Era verdad: en aquel tiempo en Polonía sólo había dos cardenales: él y el Primado Wyszynki.
2 comentarios:
Ricardo:
Qué bueno que hayás emprendido este hermoso proyecto de construir este blog! Está muy interesante!
Es necesario que los hombres y las mujeres de la Iglesia se hagan presentes en la web para utilizar esta herramienta formidable para la Gloria del Señor.
Saludos desde San Juan.
Hola!!! Como estas amigo pollo????? Bueno aca pasaba para dejarte una firma porque sino me equivoco me habias pedido que te deje una.
Espero que estes bien... y toda la fuerza para vos en este año...
Al final no me diiste nada d la "Compañia de la Inmaculada"...
Bueno nos estamos viendo y vos tambien deja una firma en mim blog pue... jajaj
Mucha suerte
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